LA EVOCADORA LA EVOCADORA: DIVAGACIÓN IDEOLÓGICA POR ENRIQUE BUSTAMENTE Y BALLIVIÁN. iMPRESO EN LOS TALLERES TIPOGRÁFICOS DE LA PENITENCIARÍA: LIMA: MCMXIII A José Marín Eguren Para tí en la eternidad dolorosa de nuestras noches, conociste á estas almas de misterio, vivas en la realidad de un ambiente que quizás esté fragante de rosas futuras, son estas palabras, alocadas y graves. Tú que conoces el secreto de estas páginas, verás en ellas, ya que también sabes el de mi alma, muchos puntos verdaderos de una línea que ignoro en qué momento ni en qué lejanía cerrará su viaje interminable. E. B. ; B. I. En la paz de la villa ponían las cuatros hermanas la gracia de ensueño lánguido de su manera. Mis pupilas, ávidas de alma, las vieron surgir en mi sendero como la visión armónica de un friso de la Acrópolis. Ello fué cuando cruzaron con la ingrávida blancura de los vestidos flotantes, como la visión de un mármol que viviera. Tal vez los jóvenes atenienses del Partenón, resucitadas á la vida para hacer clara la sombra del Destino flotante sobre la euritmia de su belleza, como en las tragedias de Esquilo. Pero mis pupilas místicas veían en ellas, á través del ritmo de la carne abierta á la vida en perfume como las rosas, toda la melancolía cristiana de los cirios votivos, exhalándose en llamas, bajo la mirada atónita de las imágenes, sin ver jamás la luz del sol. Antes de extinguirse, la vida hermética de la madre, perdida en la contemplativa lectura del Kempis y las Moradas, había cortado en flor la alegría de vivir, en la virginidad pensativa de las hermanas que tejían la guirnalda de sus sueños en la Villa de las Rosas, donde las claridades armoniosas de Mendelssohn y la gravedad sagrada de Bach, vivían, en la quietud silenciosa, su vida más clara y divina bajo los lirios sabios de las manos de Engracia, divina evocadora que tenía la intuición de todas las bellezas. ¡Cómo lloraba el piano, á la caricia del marfil de aristrocracias antiguas de sus manos eucarísticas, poseedoras de la virtud armónica! Las misteriosas hermanas estaban en la gracia de un verso de Rodenbach en la Jeunesse Blanche: "Rien d´impur n´ a flétri leurs flanes inmaculés, Car la source de vie est enfermée en elles. Comme un vin rare et doux dans des vases scellés Qui veulent, pour s´ ouvrir, des lévres éternelles!" ¡Cómo un vino raro y dulce en los vasos sellados! Y los sellos, ya que en todo evocaban edades pretéritas, serían antiguos, de ha muchos siglos, de cuando el Renacimiento fundió la poesía de las cosas, con su divino eclectisismo salvador de todas las bellezas en una aspiración infinita de forma y de espíritu .......... Por antiguos vínculos familiares, me fué dado penetrar en el misterio que sombreaban las arboledas rumorosas de la villa. Una vida de encanto que atraía como la visión ideal de los espejismos: colores esfumados, medias tintas, tapices borrosos; vaporosas visiones que se desvanecen y son como un mundo siempre visto á lo lejos, en la aridez de los desiertos infinitos y evocadores en que la Esfinge luce el perfil hierático de su interrogación eterna. La villa de ancestral señorío guardaba dolorosos sedimentos de vidas anteriores. ¡Almas que en metempsícosis reflejas viven en las cosas! En los amplios corredores marmóreos había huellas de antiguos pasos. Por ellos, cuántos piés femeninos, ágiles y menudos, pasarían coqueteando; cuántos rudos y heróicos cuyo paso acompañaba la contera de la espalda. Cuántas huellas en los barandales de madera torneada en que la polilla, esa amante destructora de las cosas viejas, había dejado el sello imborrable de sus besos. Cuántas visiones de paisaje desde la terraza que domina el jardín de árboles añosos que parecen, cuando el viento marino inelina sus copas en las noches de tempestad, un coro de monjes extáticos. Del jardín se divisa el mar, mar de un azul elaro y luminoso que recuerda, contrastando con la lobreguez de la arboleda, el plácido fondo que es como un rayo de alegría en los cuadros místicos de las escuelas pre-rafaélicas. Hacia la derecha, al centro de un bosque de sauces, hay una fuente rústica que tiene por único adorno un macizo de helechos que doblegan sus hojas al peso del rocío con que el surtidor las ilumina en reflejos diamantinos. Fué nuestro conocimiento la plácida acogida de lo esperado, la cita ideal y lejana de los ensueños, el volver á encontrarse de almas eternamente unidas por una misma y atormentadora ansia de armonía. Sus voces tenían el timbre de las que oí siempre en las charlas nocturnas del hogar, sus palabras conducían ideas siempre acariciadas, y se unían en maridajes fraseológicos de ritmos siempre escuchados. Desde la primera tarde estábamos en nosotros mismos, y nuestras almas lucían serenamente sus desnudeces, alejadas del rito social de las banalidades. En la sabiduría de las hermanas, el abandono era una naturaleza en actitudes y frases en que el pensamiento y el prejuicio no ocultaban el sentido esencial de las cosas. Se inició una comunión de almas con la inconsciencia de la sencillez. Viví contemplando la teoría en que las cuatro hermanas, distintas é idénticas, se completaban. ¡Carmen María! Qué bien se unían en un ritmo, con gracia cálida y espiritual, el nombre de España, sombrío y pasional como sus ojos negros, y el nombre hebreo, palabra de espíritu y dulzura evocadora de cristianos ritos; Teresa de Jesús debió llamarse Carmen María; Heliodora, rubia de ojos negros, con la magnificencia pagana de Renacimiento; Enlalia, alba, blonda, de pupilas célicas, era como una virgen que surgiera de un cuadro de los primitivos, por una virtud de ensueño y de magia; Engracia, pupilas verdes de abismos insondables, marfiles antiguos, cabellera de cobre, era como la síntesis armónica de las hermanas. Engracia era el alma de la villa. Tenía aspectos que coincidían con sus parejas. En una tarde tenía el alma cerrada y cálida, alma de reflejos y aislamiento como la del invernadero donde las plantas exóticas de los países del sol, orquídeas de las montañas amazónicas y enredaderas japonesas, viven encerradas una vida ficticia. Los boscajes del jardín, en ciertos días nublados de niebla otoñal, semejan lo ensombrecido de su mirada, bajo las pestañas negras y ondeadas, cuando piensa en cosas lejanas. La glorieta de las campanillas azules, á la luz de los días claros, ríe como ella en sus raras alegrías; como ellas es trasparente, diáfana, una risa bajo la armonía de los cielos de Grecia, inspiradores de la serenidad ática del ritmo. La fuente en que el macizo de helechos levanta sus hojas, mecidas por la brisa sobre el verdor sombrío de los musgos, tiene algo de su alma en las horas inolvidables; un soplo trágico de Esquilo, una alma de Ifigenia ó de Clitemnestra. Sus labios me lo dijeron. Fué una tarde lejana. Era cuando me iniciaba en el misterio de su vida, cuando iba haciendo sicología de sus actitudes é inconsciencias. El antiguo piano, bajo la caricia de sus manos en las que el marfil tiene aristocracias aun más antiguos, gimió con el ritmo religioso de Bach, después de haber dicho claridades armoniosas de Mendelssohn. Sus hermanas rondaban silenciosas por el salón poblado de ensueños, cual siempre que ella ejercía su alma en revelaciones rítmicas de notas ó de palabras; cual siempre que ella era en la ponderación infinita de su divina gracia ...... Después fuimos al jardín. Mientras ellas se perdían en los senderos buscando rosas, ¡rosas! ¡blancas! ¡rojas! con las que hacían un ramo en el que las flores se abandonaban en su propia gracia, meciéndose en los tallos, largos y flexibles; - estábamos junto á la fuente - la rosa más roja mostró su pulpa fresca é incitante deteniendo el ansia del beso con la virtual grave de sus palabras. - "La fuente. No sé por qué tendrá en mi vida esta atracción que me subyuga. A veces imagino haber nacido de ella, que el agua que corre por los surtidores hablara un lenguaje que es mío, que me pertenece y que comprendo. Sin embargo cuando estoy en ella me parece que sólo contara historias tristes, y en ellas creo hallar la mía. Dicen mis hermanas, que es una locura mía este amor por la fuente, esta embriaguez de tristezas que vierten sus aguas en mi vida" "Recuerdo que en mi niñez, cuando me educaba en el monasterio, nada me afligía tanto como no poder contar á mi fuente mis pesares y alegrías; porque la fuente del colegio era muy distinta de la mía. En la sonoridad hueca de los claustros, sus aguas parlanchinas nunca me dijeron nada; jamás pude comprender sus cantos monótomos. Las monjas decían que alababan á Dios; yo no sé; pero, jamás pude comprender sus alabanzas". "Tengo por mi fuente cuerto terror superticioso, embriagante y atractivo. A veces me parece que algo vive en las aguas verdosas en una expiación de siglos, y que me habla en las tardes en que al caer el crepúsculo vengo á ella. Desde niña, ya miraba en la fuente algo mío, que poseía, y me poseía, y me dominaban". La casa tiene alma de misterio que pone en ella la gracia con que llena á todas las cosas. Engracia es el alma de la antigua mansión evocadora. II. He ido á verla y no la he encontrado. El parque bajo la neblina evocó esa tarde paisajes versallescos. ¡Toda la arboleda velada por una ilusión y un ensueño! Hasta la prosaica fuente en que el mármol está lejos de toda realidad, tuvo esa tarde raros prestigios armónicos. Á la luz verde del crepúsculo nublado parecía acariciada por limos ancestrales. La neblina tenía olor de mar, su perfume daba la sensación de los puertos esfumados en gris que se vieran en los atardeceres de peregrinaje. Un sentimiento de lejanía, y de abandono. Y, todo, ¿quien sabe? fué porque ella no estaba allí. Yo pensaba en las partidas, en los renunciamientos, y sentía la dulzura angustiosa de la soledad y el silencio. Y la imaginaba. En la tarde nostálgica el paisaje tenía para mi alma un valor representativo y espiritual. Evoqué toda su historia mientras mis pupilas que sólo saben del miraje á través de la contemplación de su silueta, la sabia de actitudes y de ritmos, añoraban pretéritas edades que á su paso siempre imagino. El paisaje necesita, para que mi espíritu lo comprenda, que ella ponga en él toda la gracia rítmica de que es poseedora, ya qué á su paso surge el misterio de alma que tienen las arboledas lejanas. En el conjunto armónico de la Naturaleza es el campo lo que tiene una fuerza más oculta, un simbolismo más oscuro y complicado, una expresión que necesita la complejidad de los espíritus de civilización muy adelantada, para llegar á la comprensión religiosa del alma de los paisajes. Las cosas ocultas : épocas pasadas, misteriosos, símbolos de las fuerzas latentes, sondeantes interrogaciones al futuro, infinito é insondable; sólo viven, sólo se explican, en el sueño, en la evocación, en la parte inmaterial y primitiva del pensamiento, en las regiones de lo inconsciente, alejadas del espíritu arbitrario de lo científico y catalogable. Las crónicas prolijas, que decían de hechos y detalles, se han perdido como pálidas manifestaciones que nunca pudieron representar la vida. Para llegar al misterio de la Naturaleza estuvo más próximo el espiritualismo de los místicos que la ciencia experimental de Newton. Para sondear el infinito, mayor valor tienen las palabras de Emerson, incoherentes y parabólicas, que todas las teorías metafísicas. Ahora todo el prestigio y el encanto está en la evocación. Una mujer, una línea, un perfume, un sonido, una frase, vaga y nebulosa, pueden reconstruir una época, una civilización, muertas á muchos siglos. Pueden acercarnos al misterio del presente y del futuro, mejor que grandes tomos de cansadas historias y científicas argumentaciones que nunca lograrán despertar la sensación pura de las bellezas perdidas, ni sondear la armonía de los símbolos vivientes en esta hora de inquietud moral en que existimos, ni los de las futuras, lejos de toda realidad. que se abren como una interrogación incontestable á nuestra presente razón limitarla. El simbolismo puro de las cosas es inexplicable por palabras, - agrupación de valores primitivos en que la forma de expresión conserva su limitado carácter originario. - Para acercarnoa á las sombras internas de la naturaleza representativa, necesitamos de las formas que por adelanto han llegado á cristalizar mayor número de misterios. Sólo en la mujer, que llevando una existencia inactiva y sensorial ha llegado á dar expresión á todas sus actitudes, es que podemos hallar senderos ideales para ir á la Naturaleza, que oculta, como un tesoro místico, la vida sexual de las campánulas en el fondo de las arboledas, y de los menúfares en las fuentes estancadas en que las linfas duermen con un sueño de azogues ........ En los tiempos pasados fueron muy pocos los espíritus que comprendieron el misterio del paisaje, que vivió muchos siglos una vida hermética, lejos de la comprensión de los hombres que no supieron encontrar en él, más que el portentoso decorado, admirable de bambalinas y telones, de un teatro fantástico. Los primitivos, cuyos sentidos imperfectos y en formación tenían un concepto muy limitado de la forma y del color, no podían hallar matices de alma, como tampoco tenían noción de las gamas y la fusión de los colores, de la armonía y combinación de las líneas. Necesitábase la nota terrorífica de las tempestades, para que el alma de lo sobrenatural pareciera dar vida y estar latente, sobre el verdor de los campos infinitos ó sobre la aridez augusta de los montes mayestáticos. En la edad de las epopeyas, el paisaje fué marco vibrante y sonoro como el cobre de los escudos y el choque de las armas. Tenía como único objeto decorar los campos de combate, poniendo en ellos una nota colorista que realzara la grandiosidad de las luchas homéricas. Los dioses griegos no supieron dar encanto de misterio á la Naturaleza que vivió dormida en la paz bucólica de la Arcadia. A través de las edades cristianas, siguió el sueño bajo la pesadilla de las luchas feudales. La palabra de dulzura y amor de Jesús de Galilea, no había podido borrar el fondo de barbarie, que aun hoy, en medio de una civilización más de forma que de espíritu, vive luchando por el agrupamiento de energías bélicas. Sólo en veces raras y lejanas, aparecía una alma mística que comprendía el misterio, llagando á ver los ocultos simbolismos de las cosas, por mucho ahondar en su yo interno, pletórico de ensueño y de fe en el futuro: tal Francisco de Asis. Es en el último siglo cuando el paisaje llega á tener una representación espiritual, alta y verdadera, de alma y de vida, oculta y simbólica, pero en el camino del misterio y de lo trascendental ...... ¡Los paisajes rítmicos de Laforgue! ¡Verlaine, con la melancolía gris de los parques ingleses en los que canta la lluvia para su corazón que se hastía! El paisaje de lo desconocido en Maeterlinek, con las arboledas y los estanques en la angustia del trágico cotidiano que se cierne sobre las vidas, en la claridad de los días y en la nocturna quietud de la sombra. Y D´Annunzio con la seuqedad de los campos áridos, estremecidos por el ambiente doloroso de la Cita morta, y los paisajes espirituales en que las Vírgenes de las Rocas ponen la fatalidad de su misterio, en la solemnidad suntuosa de las praderas romanas. ¡Violante, Masimilia, Anatolia! ¡Los dísticos en los plintos marmóreos y los faunos y silenos bajo la pátina de los musgos ancestrales! Deshojo esta corona de lirios, rojos por la sangre de pureza de las voluptuosidades castas, y aspiro su perfume mientras el recuerdo cae sobre el paisaje inundado de luz la mansión de tristeza, en el ambiente que hace rítmico el viento, trayendo el rumor lejano de las olas del mar. Su recuerdo me llena de una locura de imágenes. Añorando la presencia evocadora, su fuerza se hace más inmaterial y divina. Ahora revivoel último gesto, la postrera actitud, cuando echó la cabeza hacia atrás aspirando el capitoso perfume de la tarde, mientras, en el descuido, caía la cascada del cabello, rodando en bucles sobre la blancura intacta de los hombros y la línea prístina de mármoles helenos de la espalda. Abría los brazos en un enlazamiento ideal, como si quisiera abrazar todo el paisaje. Entonces fué que supe la liturgia de su culto, y la seguí, con las pupilas atónitas, en el ríctus doloroso de la iniciación. Toda la fuerza oculta del paisaje revelada en una actitud, mientras caía el sol en el incendio de oros y violetas, hacia el Oeste, más allá de las olas que se rompían en espumas, más distante, aún, que la línea donde el azul del cielo se juntaba ilusoriamente con las aguas del mar Pacífico, sobre las que rielaban, en un camino de fuego, los últimos rayos luminosos del crepúsculo. Hoy solamente lo imagino; y, por este amor de lo lejano, de lo perdido, por esta huída y este abandono que van siendo la locura de todos mis días, es en esta tarde más mía, tiene toda la gracia de encantación de las quimeras que forjo y abandono, está, como ellas, ni en el pasado, ni en el presente, ni recordada ni viva; pero con todo el poder de evocación de lo que ha sido y todo el encanto de misterio de loq ue puede ser ........ ¿Quién sabe será ......? Hay tan complejas interrogaciones en el futuro. La fuerza que une las almas duerme tantas veces oculta en las galerías de lo insondable. III. La villa silenciosa estaba invadida por el espíritu de lo social. El ministro inglés y el agregado á la legación de Francia, disonaban en la sala, con la distinción amanerada de sus modos, como una etiqueta extraña á la villa. Hoy había en Engracia una sombra de hostilidad artificiosa; el espíritu frívolo de la coquetería se enseñoreaba en sus pupilas y en sus labios, en que vivía la voluble alma de civilización del femenino mundano: un almita de muñeca, extasiada entre sederías y gasas, saludos y sonrisas. Estaba en la hora de los modistos y los salones. El reflejo de su abandono no lucía en actitudes toda la gracia de las fuerzas ocultas. Había perdido la trasparencia primitiva en que posee el concepto alejador de lo banal. Recurriendo á una frase cristiana, diría que el espíritu de Satán la dominaba. Y ese espíritu no era el de la tentación que torturó á Antonio en la soledad; no eran el amor, la forma, variedades eternas de los principios únicos; no era el misterio acre y perfumado de los sexos, el ritmo de la carne, con su fatalidad atractiva engendradora del futuro; no era la curva ondulante y viva, estremecida por el deseo, que vieran conturbados, en sus éxtasis místicos de renunciadores, los solitarios de la Tebaida; era un espíritu de lucha, de conquista. Engracia era presa de la tentación que posée á Guillermo y á Roosewelt, que en Cecil Rhodes y Rudyar Kenpling creó el imperialismo británico, la misma que en el pasado formó á Machiavello y á Richelieu, é intrigó con la palabra, el puñal y el veneno, en los Borgias y los Médicis; la misma que hoy, bajo la careta del socialismo, inspira el lirismo declamatorio de Jaurés. Y, presa de esa fiebre, era como las cortesanas que incitan y se niegan para aumentar el enervamiento y el deseo. Estaba fuera de la Naturaleza, hacía política - la más artificial de las humnanas distracciones - con la mirada, con la sonrisa, con el gesto y con la actitud y las ambiguas palabras. Y, hoy para mi alma era una gran sed de comulgar belleza en la serenidad religiosa de sus líneas, animadas por lo eterno de su gracia reveladora, hoy que pedía contemplación y olvido, no estaba en su virtud abandonada y grave, vivía en un alejamiento de su esencia sacerdotal que se anima con el aliento cálido de lo insondable. En mí quizás había un espíritu de análisis que me hacía descubrir ilaciones, eslabonamientos, que me conducía á mirarla como á la Enemiga. Poseedor pleno de mi yo, no la veía, como en todas nuestras eucaristías individuales, pensar en paralelismos recíprocos. Ahora creo, al recordarlo, que renacía en nosotros el espíritu que llevó á todas las agrupaciones humanas hacia la conquista, á la imposición - asalto de tribus bárbaras ó invasión de ejercitos civilizados. -Teníamos, no el cotidiano deseo de encontrarnos en la misma senda ideal de una emoción hermana, sino el ansia de que la otra personalidad latente, renunciando á su yo, siguiera sumisa y esclava nuestro camino, no en la comprensión eucarística del culto evocador, sino en el anulamiento fanático de una creación misteriosa y fatal. Quien sabe si obedecieron á la misma ley inexorable, ya que los pueblos y los hombres tienen igual inconsciencia por alma engendradora de los móviles, las hordas de Atila, las falanges de Alejandro, los modernos ejércitos que, con todos los adelantos y perfeccionamientos de la muerte colectiva, chocaron en las lejanas planicies de la Mnachuria, y la tensión hostil que creí encontrar en sus actitudes y que, quizás, estaba más en mí que en ella, más en mis pupilas que en su alma. En mi inquietud dolorosarecordaba. Inglaterra, Francia, hordas salvajes, espíritu de lucha, afirmación de personalidades. ¿Tal vez el choque d elos antagonismos de dos razas siempre opuestas, ponía en el ambiente vago desequilibrio que en mi alma era una duda y una interrogación?. Se había hablado de Grecia. El inglés estuvo allí con un cargo diplomático. Catalogó: Atenas, las ruinas, Fidias, Praxíteles, los Propíleos, el Partenón, la Acrópolis, el Erecteón, las murallas del Pireo. De lo que tenía noción más exacta era del precio. ¡Oh, un fragmento d elos mármoles que los escultores helenos labraron, tiene un valor inestimable; una verdadera fortuna! Pero todas sus admiraciones, medidas y flemáticas, eran por Esparta; para él Grecia tuvo allí su mayor representación como adelanto; se había llegado en ella á un respeto por las leyes de que sólo en Ingleterra es posible tener noción. El verso de Simónides en las Termópilas es la cristalización del espíritu espartano. En Esparta, como en Inglaterra, las leyes tienen más alto valor que la gloria. El francés defendió á Atenas: la claridad, el concepto del hombre libre, y la noción del amor pagano, bajo un cielo en que el azul purísimo contrasta con el mármol dorado por la pátina ancestral, en el Partenón de Fidias y de letinos, en las Atenas de Perícles y de Aspasia .... El espíritu eterno de las rivalidades étnicas: dorios, jónicos; sajones y latinos. Ingleterra, el conservadurismo, el respeto á las leyes, la inmóvil autoridad de los prestigios reales, y la santidad del amor en el home severo y glacial. La evolución del espíritu guerrero de los espartanos, en una nueva raza, que con el mismo carácter constituido, con paciente heroicidad, domina el mundo comercialmente, poniendo como valla infraqueable de su poderío los cascos férreos de sus buques guerreros y mercantes, que llenan todos los mares con su pabellón. Lord Elgin apoyado por sus cañones despojó al Partenón de sus ornamentos. Francia: el amor á la vida, el culto de la libertad, la excitación espiritual por las nuevas ideas, la libre discusión como en Atenas; la patria en que Guyau como Platón fué un símbolo de espíritu y belleza. La Francia atormentada y exhuberante que guía á la humnanidad, con las pupilas ávidas de provenir, hacia cielos más puros y serenos en que la armonía vive en claros azules, luminosos de nuevos soles ........ En mi inquietud silenciosa, la duda ...... IV. En la oscuridad perfumada de rosas en que vivía esta noche el jardín, se perdía su rostro en la sombra,. Estábamos sentados, casi juntos, y sólo de ella distinguía su voz de musicalidades infinitas, esfumada en los secretos ritmos de la Naturaleza dormida en los ecos del paisaje y del mar en la sombra nocturna. Su voz jugaba en tonos; llena, clara, en ciertas frases, en otras se afinaba, se entrecortaba, y con música lánguida decía más en las pausas y en el silencio que en las palabras. Absorto, seguía los ritmos imaginando las actitudes. Veía el caer de sus párpados con las olas ensombresedoras de las pestañas negras, sobre el marfil colorido de violeta en las ojeras profundas de tonos lilas de magnolia, y á sus manos, enlazadas, abandonarse sobre las rodillas, en el langor de su manera en que los brazos caen suavemente; y oían la opresión de las angustias con que su cabeza se levanta buscando la infinitud del horizonte para calmar el ahogo de la enervación con que ondula todo su cuerpo en el ansia precursora de los sollozos. En el recuerdo doloroso de la tarde pasada, en que su alma estuvo ausente para mi alma, todo tenía esta noche un valor más alto; el aspecto siempre nuevo que se encuentra en las personas queridas al regreso de las separaciones en que, imaginándolas, se hacía paralelos y semejanza con las visiones humanas de la vida. Sentía una fiebre de posesión, y las palabras que dormían en mi silencio, el gran silencio amoroso que ha sido el alma de mi vida, luchaban por volar hacia la pequeñez de sus orejas en que la gracia sonrosada de las conchas de nácar forma laberínticas curvas. Yo sabía que ella esperaba mis palabras; pero, el futuro se había apoderado de mí. Temeroso de perder el encanto, la virtud evocadora que me hacía ver en ella la imagen representativa de todas mis ideas; por la misma fiebre de posesión, no quería que mis palabras pudieran quitarle esa sombra de ensueño indeterminado en que está toda la virtud de sus actitudes. Esa misma fuerza que me hacía ver en ella todo el sedimento secular del cristianismo, en el dolor inmaterial de sus palabras, hoy que era como el alma de las viejas catedrales góticas. Un alma, dolorosa y extática, elevada hacia los cielos impasibles en una arquitectura de ojivas ideales. Estaba en plena representación mística, con el misticismo colorista de las vidrieras góticas, en una religión fastuosa de catedrales ornadas de oros, en que los cirios arden en las arañas de cristal que en las altas naves, pendientes de invisibles cordones, se balancean pausadamente con la monotonía solemne de su isocronismo. Un culto de pesados terciopelos en cortinajes rojos, y de imágenes recamadas de sederías y brocados, bajo las tiaras y las diademas en que todo el lujo de las piedras preciosas descompone los haces luminosos en policromías fantásticas y deslumbradoras, mientras los rayos del sol, reflejando una atmósfera azul, roja y amarilla, se filtran á través de las vidrieras, dando la sensación de un mundo lejano é ilusorio, de cosas esfumadas en el incienso que sube en una teoría de volutas, hasta el santuario en que la custodia, en el brillo de la joyería, muestra á los creyentes el cuerpo de Cristo en el milagro de la blancura eucarística. Un culto en que el órgano pone en las naves la solemnidad de sus ritmos poliformes, con la divinidad de un rito en que el misterio dice sus palabras inexplicables y perturbadoras ...... Su voz se extinguió. ¿Cuál sería el sentido de sus palabras? ¿Qué vaga embriaguez había en ellas? Lo ignoro. Para mí solo fueron ritmo, notas graves, armonías cristalinas, con las que ella me evocaba la liturgia de las catedrales góticas. Ella era siempre la Evocadora, Mis palabras, las que vivieran dormidas en mi gran silencio, nada nuevo podían llevar en sí; tendrían sólo la representación de las banalidades, de las frases usuales precursoras de la unión que podía alejar el ilusorio mundo de las imágenes. Para decir lo indecible debemos alejarnos de los deseos, sumirnos en la inconsciencia, dejar que la adivinación llene su mágico destino en la vida. El misterio que vive en nuestras almas jamás podrá convertirse en palabras, que sólo son una teoría de valores arbitrarios, cuyo sistema, imperfecto y relativo, no puede decir lo que en el interior se oculta; el sentido personal y único no puede interpretarse con la palabra, que tiene, para distintas personalidades, el mismo valor representativo de indefinibles inconsciencias ...... Sonidos en la sombra perfumada del jardín, conversábamos en el silencio de nuestro interminable diálogo de almas. Salió la luna. Su disco de nácar iluminó con una claridad lechosa los árboles del jardín, y los rosales, cuyas flores en la luz indecisa parecían monstruosos. Miramos al mar. Las barcas pescadoras partían en su viaje cotidiano; la loma amarillenta de los velámenes lucía á lo lejos sus polígonos irregulares que reflejaban sombras alargadas sobre el gris verdoso de los cristales dormidos. Desde el salón, Carmen María nos llamaba con su voz pastosa y cálida de morena y pasional. Engracia, sentada al piano, llena de la visión del mar en la claridad de la noche lunada, rompió en los acordes del Claro de Luna, en que la limpidez de la snotas altas semeja el caer del agua rodando por los remos en gotas cristalinas ...... Y de esta noche la suavidad de un recuerdo en que, con la dulzura de una sonatina otoñal, me acarició su voz mientras soñaba pompas de un culto de paganizado cristianismo, por la virtud de sus palabras melodiosas é incomprendidas. V. la tarde pasada ella estaba como nunca en la poesía de su gracia. Cuando llegué, sus dedos finos y alargados, expresivos por la educación armónica de la música, arreglaban las rosas en los búcaros de antiguas porcelanas, en que las flores viven con algo de su manera, lánguida y reveladora, colocados en actitudes de abandono por sus manos sabias en belleza. La silueta, absorta en la religión dispensadora de la euritmia, realzada con todos sus movimientos la gravedad del culto. Para Engracia era una ciencia, compleja y delicada, la colocación de las flores. Con amor artístico quería lograr perspectivas siempre rítmicas. Era una tarea inacabable dará cada hoja, á cada tallo y á cada flor, toda su máxima valoración, hacer que los colores y las líneas armonizaran. En los floredos de Sajonia, Engracia hacía vivir á las rosas en armonías en que las blancas tenían toda su pura inocencia, mística y conventual, las rojas, toda su sangrienta voluptuosidad de labios pecadores, las té, la languidez sensual de las mujeres orientales y las rosadas, la virginidad ruborosa de los primeros besos. El verdor de los helechos, estremeciéndose en las hojas leves, enmarcada la coloración de las rosas como un fondo de paisaje en que las flores tenían en los ramos un aspecto natural, y parecían alejadas del artificio por la sencillez artística, rebuscada y sabia .......... Engracia siguió silenciosa su labor, segura, en mi conocimiento, de que estaba más en mí que con las palabras. Yo revivía, contemplándola, pasadas sensaciones, aspectos de la Naturaleza que me revelaran sus actitudes, cuando me conducía en peregrinaje ideal hacia el fomdo de los paisajes encantados. Había en su sabiduría inconsciente, tal instinto comprensivo del gesto, que lograba hacer que las rosas, abandonándose en la propia languidez de su decapitación, hablaran un lenguaje hierático que descubría el secreto de su alma sensitiva, mientras esperaban en los búcaros la hora solemne y trágica en que se mustiaran los pétalos en el deshojamiento mortal. Estaba como nunca en su virtud. Era la imágen eterna, poliforme y única, el receptorio sensorial en que todos los impalpables rozamientos espirituales de la vida, en un proceso fatal é ignorado, se habían hecho gesto y actitud para hacer viva y latente la compenetración de los misterios de la carne y el espíritu. Toda vestida de blanco, en el descanso de su liturgia florida, se abandonó en su postura lánguida sobre la rosa sedería de un diván. Afuera, en la luminosidad del paisaje, bajo el derroche de oros y púrpuras, era la magnificencia imperial de un crepúsculo de otoño en que los tonos violados ponían la nota episcopal de sus amatistas. El viento sur enfilaba un ejército de dragones fantásticos y blondos, de vaporosidades lejanas. El disco rojo, luciendo un momento en la niebla cerrada del confín horizontal, como la boca incendiada de una caverna de encantamiento, se sumergió lentamente en la inmensidad. Fue subiendo hacia lo alto el juego de oros en su diaria huída de las sombras nocturnas, hasta que, dominado por la oscuridad, dejó en el cielo el claror vago de un ópalo esfumado. En el malecón de la ciudad vecina brillaban las luces, llenando de reflejos á las aguas dormidas en un color plomizo de azogues antiguos. Los ponientes otoñales tienen el ritmo magnificente y wagneriano de la marcha de Tanhauser, una embriagante sonoridad de coloridos deslumbradores. Absorto en la visión luminosa de la tarde muriente, había mirado á Engracia pensando en la divinidad de su virtud reveladora, en el proceso fatal é ignorado engendrador de la fuerza ideológica de sus actitudes, en la ciencia única de su rítmica existencia sacerdotal. ¿Qué causas habían podido despertar en ella esa naturaleza mística en que su carne vivía una vida de materia ponderada en la expresión? El ayer de su vida era para mí ignorado y en el loco deseo de que todo en ella fuera mío , sufría viendo fantasmas ideales de sensaciones antiguas, maneras en que la fuerza de una existencia pasada revelaba sus huellas; claridades y sombras del contacto con otras vidas. Hay en el orgullo masculino un dolor de todo lo que fue antes; aspectos queridos que no son nuestros y en los que hay el reflejo de la obra que otras manos labraron. En la vaciedad espiritual que somos al nacer, y que sólo tiene por esencia constitutiva el espacio y el tiempo, - capacidad y momento, - toma representación todo lo que en el exterior nos hiere con un contacto capaz de despertar en nosotros un movimiento interno. Cada forma representativa, cada sistema ideológico, hasta, quizás, cada circunvolución superior del cerebro, son debidas á la acción de un elemento extraño á nosotros mismos que desarrolla una facultad, un instinto, una capacidad antes ocultos y sólo en estado latente. Si más, atentos al proceso formativo de nuestras almas, hiciéramos constantes exámenes de conciencia; si anotáramos los choques con que la vida ó los libros originan despertamientos interiores, estaríamos mucho más cerca de nosotros mismos, de la comprensión de nuestros fenómenos internos. Pero, son tan banales las fechas que guarda nuestra cartera confidencial. ¿De nuestros pasados días cuáles recordamos? Los sociales, los de cumplido; algunos buenos, otros malos, ninguno trascendental. Un nacimiento, un matrimonio, una defunción; hombres que nacen, viven y pasan; pero, los días en que sentimos que algo nuevo despierta en nosotros, los días en que nuestro yo va formándose inconscientemente por yuxtaposición de conocimientos ó dolares, aquellos de tristeza inmotivada en que todas las cosas nos descubren el alma de dolor y misterio de este mundo, esos no dejan huellas: ¿quién recuerda el reforzameinto espiritual que nos ensombreció el alma ó despertó un nuevo aspecto en nuestra personalidad? .......... Yo veía en Engracia mi ensueño femenino, y al contemplarla, en su perfección armónica de forma y espíritu, sentía que otras almas habían ejercido en ella la virtud de la revelación, y que todo el encanto vanamente buscado en mis quimeras no me pertenecía; que ella era como un jardín lleno de recuerdos y de espíritus vivientes. La locura artística de la perfección y del amor se revelaba en mí, al ver que habiendo llegado ella á la completa inconsciencia de la imágen, en su máximun representativo, y siendo yo el interpretador ideológico de su silueta, en la variedad ondulante de su vida armónica, hallaba en ella un más allá infinito é insoldable en donde todos mis razonamientos se perdían en la sombra. Sus actitudes tenian un valor representativo de alma antigua, del germen desenvolvente de su personalidad en los días lejanos y desconocidos. Ella no podía pertenecer á un hombre. Yo únicamente podía dejar huellas impalpables, que mañana serían abismos incomprensibles, revelados en aspectos indeterminadamente representativos, para otro espíritu ávido de posesión. VI. En un derroche fantástico ardía en la villa un incendio de luces. No era la cotidiana penumbra de los ensueños vagos y las meditaciones. Era la fulguración deslumbradora de una policromía crepitante, que, desde el bronce y la porcelana de los artísticos candelabros, incendiaba los salones con un fausto florentino del Renacimiento. Hoy la blancura de su cuello, en la sencillez alba del traje escotado, pedía collares diamantinos y sartales de perlas turgentes, y, el oro rojo de su cabellera cobriza, diademas de pedrerías polícromas que descompusieran la luz en cascadas centellantes en que temblaran los colores y los reflejos como un parpadeo de pupilas fantásticas. Entre los vestidos claros de las hermanas, mi silueta era la única nota de negrura. Una fiesta mía, en la que Engracia había puesto todo su arte excelso en mi homenaje ...... Viendo las rosas en la Sajonia de los floreros, pensaba en el amor con que sus manos en un goce intenso y oculto, las habían colocado. Y recordaba una tarde que pasó. Ahora recogía en las rosas la visión de la silueta, y por sus actitudes iba hacia ella: Las rosas tenían algo de su alma. ¿Qué almas serían en la de Engracia? Surgía otra vez el dolor de su misterio. En esta noche última, la amargura de la huída y el renunciamiento á ella, por el ansia de la posesión completa, hacía más intensa la fiebre con que su fragancia femenina, y la voluptuosidad ondulante de sus actitudes, me saturaban con una embriaguez de plantas exóticas y de fuerzas fatales engendradoras del futuro. El deseo de ver en las vidas que queremos hacer nuestras, como en una cinematografia de sensaciones y estados del alma, surgía siempre doloroso y cruel. Veía las rosas viviendo en su actitud inmóvil como una manifestación de su alma, con toda la gracia de esa tarde en que mis pupilas la siguieran. Pero ellas guardaban una sola sensación, un solo aspecto, cristalizado é invariable, como cosas vivientes en una gama inferior al movimiento, como cosas inanimadas en que la vida no puede abandonarse en el secreto misterioso de las actitudes inconscientes. La acción refleja de una personalidad no podía dejar en las rosas huellas que llegaran hasta su alma; eran sólo razonamientos exteriores de espíritus vivientes en distintas formas de existencia. Quizás si en el ambiente perfumado de los jardines en que los estambres se abren al polen, unas flores dejarían en otras huellas de sus vidas fragantes, que llegaran hasta su alma, como, en la atmósfera de atracción amorosa de la vida, otras almas habían dejado en Engracia los aspectos que hacían clara la sombra del Destino, y eran para mí el dolor de lo insondable, en una atmósfera de misterio en que mis exámenes no hallaban el alfa precursora de las reconstrucciones. La única solución era el olvido. En esta noche que era la última, mi alma, al tenerel convencimiento de la separación, experimentaba el goce de la voluntad activa en el dolor de las crisis. Yo iba hacia la liberación .......... Para las moradoras de la Villa de las Rosas, lo banal de las vidas perdía su dolor. Después de nuestra existencia de intimidad interna, la noche de la partida estaban en la naturalidadtrasparente de sus almas. Yo me imaginaba que en ellas la asistnecia corpórea no era más que un accidente superficial, y me parecía que vivían en una atmósfera cargada de espíritus en que mi recuerdo sería sólo una sombra que aumentara el dolor misterioso de sus almas. En esta noche de la partida, todas han tenido para mí la adivinación de un deseo inconsciente é impresentido. Parecía que quisieran dejarme el recuerdo imborrable de sus vidas. Y estaban en el ambiente de un reencuentro, en una atmósfera resucitadora de los antiguos días. Como quien asiste á un rito de espíritus familiares, he penetrado en el antro oculto de los sótanos. Los viejos arcones y los armarios enconchados, en que el nácar y el marfil hallan dibujos complicados y geométricos sobre el fondo atigrado de la concha de tortuga, descubrieron con un girar crugiente de goznes el fausto de una raza de ancestral señorío. Fue como un sueño de joyas y de trajes, de cristalerías de formas arcaicas en que las copas vibraban como cajas armónicas á compás con nuestros pasos, de servicios de mesa en que la vajilla revivía el fausto de los banquetes históricos. ¡Babilonia, Alejandría, Roma, y después Florencia y París! Había piezas de plata y de oro con labraduras, sobrepujados y nueles que ostentaban todo el arte de la orfebrería. Benvenuto hubiera hallado allí recuerdo de sus obras y modelos incitantes á la revelación de nuevas formas. Los ornamentos religiosos - ¡Tántos colaterales de los antepasados fueron ungidos con el prestigio episcopal! - descubrían, en la policromía de los ritos cristianos, los brocados, el oro y la plata en que las piedras, verdes, rojas y moradas; amatistas, rubíes y esmeraldas, lucían la irradación de sus facetasbajo las mitras que en la altura, con su hierática actitud, elevaban al cielo sus líneas, en la curvatura ojival de los templos góticos. Los vasos descubrían toda su historia: vasos etruscos; ánforas de Pompeya, selladas con nombres de cónsules que rigieron en edades pretéritas; cráteras amplias con pies de machoss cabríos, de monstruos quiméricos y de harpías; holkiones cuya forma vive en las copas de champaña; huacos del Perú en que los barros rojos y negros lucían siluetas lúbricas en una fantasía degenerada de actitudes de Sodoma en que las fisonomías bestiales, de cráneos achatados, abrían las bocas en una mueca bárbara que no era risa ni dolor; gesto mímico que parece anterior á la sonrisa y á la palabra. Junto á los cálices católicos adornados con figuras de ángeles, en que los sacerdotes cristianos ofrecieron la sangre mística de Jesús, el de Galilea, páteras paganas, ornadas de bacantes, en las que se bebía el vino rojo de las vidas sangrientas, en homenaje á Baco que purpuraba las almas con el fuego amoroso de los racimos maduros. Sobre las mesas de ébano con mármoles rosas, los cofres de encajes áureos con esmaltes arcaicos que parecían ser del ginebrino Petitot, por la pureza del color y de la línea, mostraban en su interior el milagro de las gemas. Había infinidad y en todos ellos las piedras ofrecían nuevas notas de color y de brillo, y todas ellas llevaban un conjuro secreto, una fuerza destructora del Destino. Eran rubíes, cuya roja y sangrienta visión es alejadora del miedo y del rayo; esmeraldas y zafiros, con el hechizo de la spupilas claras; turquesas, piedras misteriosas que sufren enfermedades secretas que opacan el brillo de su limpidez celeste, ojos de gato contra el maleficio de las miradas, ónices portadores de la melancolía y cornalinas que atraen la fortuna. Y, como sumos pontífices, los brillantes que descomponen el iris, y las perlas que lo recojen en su oriente con una gama de matices suaves. Todo un prodigio de oros, sederías, gemas y maderas raras, bajo el brillo deslumbrador de las bujías, que, reflejadas hasta el infinito en los espejos, se balanceaban en las arañas de cristal, y se erguían, hieráticas, como si ardieran con el fuego religioso d euna purificación, en los candelabros de bronce que lucian en los rincones. Mis pupilas tenían un mareo de luces, y mis pasos se esfumaban en los muelles alfombras pérsicas en que los dragones dormían en un sueño de líneas geométricas ...... Soñé con la teoría animada de una sicología danzante. Bajo el ondular de las túnicas, en una ilusión fantástica, era cada una en su alma, con la verdadera ciencia ponderada de las actitudes: Heliodora danxaba con las líneas armónicas de una canéfora, en un ritmo siempre musical de trazos ondulantes en que, entre los brazos alzados, su cabeza de perfil recto daba la sensación pura de un mármol griego. La ví terminar su danza coronando de hojas de viña á Dionizos, sobre el pedestal en que crece el musgo, en el confin del parque de la villa á donde se llega bajo la sombra amorosa de los parrales. Era en la influencia de celestías claras y trasparentes en que el amor sabe á embriaguez bermeja de vinos cálidos. Carmen María tuvo en sus ojos negros toda la pasión sombría y cruel de las tragedias suntuosas; sus labios se contrajeron en el dolor de todos los rictus lascivos. Revivió bajo la túnica ceñida á sus caderas y al dibujo de su sexo, hieratismo asiáticos de almas alucinadas. Fue Salomé en la locura del beso en la boca roja y muerta, después de haberlo sido en la danza del tetrarca; su boca de sombra profunda de abismo besó con sus labios crueles la de San Juan. Y fue Cleopatra danzando en las alfombras mullidas, con el temblor sangriento de la preciencia del porvenir fatal y los áspides trágicos. Caían las gasas en un desfile de colores, y, bajo los velos cada vez más trasparentes, se iban adivinando los encantos secretos hasta ver el prodigio desnudo de su carne cálida y turgente, dorada por el ardor ondulante de su fiebre interior. Fue la visión de un cuadro de Gustavo Moreau, su desnudez enjoyada en los tatuajes fantásticos del oro y de las gemas. Todo su cuerpo, estriado por sartales de zafiros que ornaban su carne como redes de venas, y sostenían los escudos de oro que ocultaban los seños eréctiles - escudos en cuyo oro brillaban dos rubíes como un incendio de pezones virginales - y la áurea coraza rutilante de pedrerías que velaba la flor sombría y sexual adormida en la fragancia acre de sus pétalos aterciopelados. Eulalia evocó con sus actitudes de ensueño místico y cándido toda la teoría del pre-rafaelismo. Fue una virgen seráfica y muda de Fra Angélico, y desfiló como una visión de vidrieras góticas, en que los cristales de colores se animaran en un movimiento que tuviera la gracia perfumada de incienso de las vidas de santos y de los lirios cerrados á la vida en el renunciamiento y la paz dolorosa de la virginidad. Engracia, con la religiosidad rítmica de sus actitudes, fue una síntesis en que las almas distintas se fundieron en una personalidad reveladora de la armonía eterna de los principios varios. Por ella fuí á la unidad femenina formadora de Salomé , de Aspasia y Santa Clara; fuí hacia la Naturaleza misteriosa, en un peregrinaje último. Ella no tenía que acudir á la danza para que su alma llevara al cuerpo toda su vida interna, toda la animación eurítmica de su personalidad. Paradójicamente se podía decir que ello era porque todas sus actitudes y manifestaciones vivientes eran una danza, siempre inconscientemente armónica y reveladora de la personalidad: la representación musical del gesto y de la actitud en una gama siempre original y única ...... En ese día de olvido y de renunciamiento. Engracia se animó con el espíritu revelador de los misterios distintos, en la unidad de una síntesis rítmica del eterno femenino. LA IMAGEN I. A la distancia, alejado de su atracción carnal, Engracia se hace en el recuerdo más poderosa en la fuerza mística de sus revelaciones. El perfume de su sexo era un encadenamiento que alejaba á mi espíritu de la religiosidad ingrávida de nuestra compenetración de almas. La presencia de nuestros cuerpos, en la avidez de llenar sus fines, que hacía palpitar á la carne en una ondulación fatal, perturbaba el desarrollo de la atmósfera reveladora de la esencia originaria de la Naturaleza. El mundo inmaterial que á su comtemplación surgiera, se hacía más vivo como imagen, y más comprensivo en el proceso ideológico de sus valorizaciones. Veía en el ambiente una clara trasparencia de vidas, con la actividad de una arquitectura siempre animada del espíritu trascendental, y añoraba su presencia, sólo como el alma reveladora de la gracia. Su recuerdo vivía en la fragancia espiritual de las amadas muertas, cuyas imágenes pierden toda la carnalidad para vivir en un silencio compenetrativo de almas. En ese sentimiento dulce y vago he ido al paisaje lleno de ella. Bajo el sol puro de la tarde radiante lucían las flores su colorido deslumbrador y volaban los perfumes en el rozamiento musical de la brisa. Era un ambiente sexual y doloroso, es que los perfumes y los colores atraían á las galeras aladas del amor que llevarías, con sus alas polícromas, el beso engendrador de las flores futuras, hasta la amante lejana que esperaba en el silencio y la inmovilidad ardorosa de un destino cruel en que el instinto no actúa sino en los planos inferiores de la materia. Hay un esforzarse continuo en los organismos vegetales que luchan en la fiebre de la voluntad y del futuro. Cuánta vida palpita en los troncos y en las ramas de los árboles, revelaba en la exteriorización dolorosa de las sinuosidades y dislocaciones de líneas. Sus actitudes descubren un estado de alma en perpetua lucha con el ambiente para realizar un fin que la quietud dificulta y llena de un dolor solitario. Toda la actividad del mundo físico se hacía más clara, ahora que su imagen era sólo la identidad vaga de un recuerdo. Veía muchos aspectos inconscientes que antes eran una angustia, revelarse como movimientos interiores de vida latente. El sentimiento del paisaje, en la vaguedad suave y vibrante de su ingravidez, me hacía ver una trasparencia de alma que tenía anlazamientos y similitudes con el espíritu de gracia rítmica de la que hoy recuerdo. El cristianismo, con el terror del pecado, hace que las mujeres, en el renunciamiento y la espera, se consuman, alejadas del destino, en una atmósfera que hace mística el huir de la Naturaleza. Ellas tienen que esperar, - como las rosas y dalias, - en una vida estática en que el deseo y el ardor se trasforman en energías internas. Y hay en sus actitudes y sus palabras, el mismo dolor que tortura con escorzos tremantes las líneas en las ramas de los árboles solitarios é inmóviles. El amor de las mujeres y de los místicos á la Naturaleza, quizás tenga origen en el paralelismo de sus vidas, y en la ley armónica que une, con enlazamientos fatales, todos los valores equivalentes; ya que en ellos, como en los vegetales, el instinto reproductivo no actúa y defiende sus fines con la voluntad y el movimiento, sino que vive en espera de elementos extraños y exteriores que hagan cumplir el destino á la fatalidad de la materia evolutiva ......... Ahora, imaginpandola, veía el aspecto de dolor y de misterio que el sedimento de largos años de cristianismo ha dejado en la mujer. Iban siendo más claros los análisis, y la cristalización subjetiva de la personalidad surgía en el silencio de las añoranzas, con el perfume de los días lejanos que viví en su contemplación. Ella, en la plenitud de carne y de alma, en el desarrollo supremo de la forma y del espíritu, estaba sumida de las sombras liliales de la virginidad sexual. Sentía las íntimas febrilidades como un abismo desconocido en que la Naturaleza palpitaba, inconsciente y poderosa, ocasionando crisis en que la actividad interna del deseo se trasformaba en movimientos hostiles al amor. Quizás en esos momentos era que surgía en mí el ansia de posesión, y que veía en ella la sombra de un misterio doloroso de otras vidas. Una sombra que alejaba á nuestros espíritus de la naturalidad primitiva, con la falsedad de civilización en que la voluntad se defiende de los instintos. La virtud del abandono vive alejada del alma femenina. Aun e Engracia, la esencia de entregamiento de la mujer antigua sólo se revela en las inconsciencias de sus actitudes, cuando la idea del amor no está latente en la voluptuosidad de sus escorzos. Está lejana y casi perdida en el pasado la tarde en que la ví como la Enemiga, y hoy viene en un retorno ideal la sugestión de ese momento en que descubrí en ella una voluntad activa y opuesta. Pero en esta tarde la visión de las flores con su colorido deslumbrador, y el ambiente perfumado del jardín en que las mariposas llevan su carga á los estambres, me han descubierto la senda de una comprensión dolorosa del amor en la quietud y en el silencio. Engracia vive en espera, como las campánulas en las arboledas sombrías, y, á veces, en ella la voluntad actúa contra el instinto, en una defensa de los prejuicios contra el alma de la Naturaleza que se entrega eternamente al destino engendrador de las formas nuevas. Siempre era ella el centro á que convergían todos los mirajes imaginativos. En la huída, su imágen me seguía como lo inolvidable, y su fuerza, evolucionando hacia claridades más altas, conducía á mi espíritu por una galería de evocaciones en que las actitudes y las líneas del pasado se hacían, es el recuerdo, más expresivas en la ponderación infinita de su virtud armónica y mística: fuera de la carne y de la vida eran únicamente rítmo y fragancia, en una gracia ingrávida de eternidad. Engracia estaba en el recuerdo más cercana de su virtud sacerdotal en que las líneas y las gamas se animaban, con una existencia alejada de la visión de las formas vivientes, en el cotidiano paisaje de las frondas, de las actitudes y de las almas. II. Siempre que la recuerdo, al surgir su imagen en mis representaciones, está su alma en un momento de excelsitud y su cuerpo en la sencillez impecable de las telas que modelaban sus líneas. Junto con la evocación emocional viene la evocación del traje. Los sentimientos y las palabras recobran en el ensueño su valor ideal, con un rumor de sedas y un albear de linos. Aparecen ambas formas con una simultaneidad en que los dos misterios simbólicos recuerdan la imagen añorada, con la máxima valorización de sus atributos representativos. ¡Una palabra, una línea, un matiz!. Frases vagas, tonos indecisos, sentimientos esfumados, túnicas en que la línea se pierde y vacila. Siempre una ley armónica en las actitudes y en el alma. ¡Oh, las tardes en que velaban sus carnes vaporosas telas rosas en que la línea se ceñía y palpitaba!. Y esas tardes tenían un maleficio del que he huído; porque su alma en ellas se alejaba, y la seda en sus convexidades parecía llena de sabia y de amor, como las rosas rojas en botón, y yo sentía la locura de aspirar, sólo y único, su perfume abierto en pasadas primaveras, y era en mí un sufrimiento, pensar que cada línea y cada matriz, en los pétalos y los estambres, cada perfume y cada instinto, en el alma y en la flor, no se hubieran desarrollado por la ley de un deseo mío anterior á su existencia y á su virtud. El maleficio va pasando. Ahora lo que más amo en ella, es el perfume y el alma, el poder viviente en la distancia y la eternidad. Sus trajes aparecen en mis sueños como antiguas vestiduras de museo que guardan en sus pliegues recuerdos de formas que vivieron en pasados siglos, y en cuyas sedas hay más recuerdos de almas que de cuerpos. Me dicen de su espíritu, como las pesadas armaduras férreas y las cotas y los escudos y las lanzas, recuerdan los épicos espíritus de los conquistadores, más bien que la pujanza de su brazo y la majestad heroica de su apostura. Los trajes tienen un alto valor de alma. En la aparente frivolidad de ña moda, las líneas y las formas tienen una razón de existencia más poderosa que los caprichos volubles de la coquetería y el lujo. Y es que sobre la dictadura de los modelos está, modificándolos y haciéndolos expresivos, el temperamento de la raza y del individuo, Los vestidos de una iglesia, distinguida é inflexible, de una española ó de una italiana, pasionales, ondulantes y cálidas, descubrirán, bajo el corte parisino de Drecoll ó Worts, una línea secreta, una vibración y un movimiento en que no hay la frescura y el galanteo, pagano y maligno, de las sedas que cubren la ofrenda amorosa y rumoreante de una francesa de París .......... En una búsqueda del orígen de las modas se puede ver que casi todas ellas tienen su principio en una manera, nueva ó renovada, de comprender el amor. En la evolución del traje, desde la primitiva aparición de los follajes veladores que marcan el orígen de la huída de la Naturaleza con el nacimiento del pudor, hasta los mantos y las vestiduras, largas y rígidas, de la mística Edad Media, con todas las gamas intermedias en que la iniciación de los secretos en el medio desnudo era sólo una adivinación del misterio, descubren el desarrollo de la cerebralización amorosa en que sobre los valores reales de la plástica y la atracción del momento favorable á las nuevas formaciones, prima la sombra misteriosade lo desconocido y el fetichismo de los objetos encubridores del desnudo. En estas épocas de refinamiento enfermizo es más conturbadora la insinuación de una línea entre las batistas y los encajes, bajo la ceñida coloración de una media, y el apunte que surge en el marco sedeño del escote, que la visión amplia y completa, en su teoría de rosas y de sombra en que bajo la cabellera desbordada en olas palpita la línea con una suprema ley armónica. Esa tendencia á la atmósfera misteriosa en que las pupilas histéricas brillan alucinadas en las lilas de las ojeras, y las carnes delgadas y lacias se estremecen en espasmos dolorosos, hacía que, cerebralizando el instinto del amor, hallara sufrimientos y vaguedades de locura justo á la promesa de Alma y de Carne que en Engracia se ofrecía con la quietud dolorosa y silente de las flores. ¡Y, qué distintos hubieran sido nuestros amores en las épocas lejanas de la Arendia en que, bajo la sombra de los laureles, cruzaban los cuerpos con alegres estremecimientos, naturales y rítmicos, por el césped que hollaban Pan y Dionisos y Venus y los caprípedes faunos, bajo los cielos claros y trasparentes de Grecia, en cuyo ambiente vibraban los sones bucólicos de la siringa y la flauta! .......... En el dolor del recuerdo y de la lejanía, su imágen iba siendo cada vez más clara en la espiritualidad de las evocaciones, y su espíritu, silencioso y grave, me guiaba hacia la comprensión del alma de los seres y las cosas, á través del laberinto de las apariencias y las superficies. III. Todas las tardes voy hacia el mar á la hora apasible del crepúsculo en que los tonos rosas y violados llenan la convexidad sonora de rítmos evocadores. En las tardes claras, después de incendiar las aguas con una senda de fuego, el sol se oculta tras las olas lejanas que levantan sus crestas con el albor de las espumas en el horizonte inaccesible. En esa hora siento la atracción de la luz. Yo descubrí el vértigo de la luminosidad cuando su mano extendida, en un adiós doloroso, me guió hacia la mancha roja del poniente. Su voz me dijo preñada de un tono emocional y litúrgico. ¡Era un gran culto el de Manco! ...... Apareció una ley fatal en toda su fuerza de dominación. El sol atrae todas las energías; buscando la luz que huye con el girar de la Tierra hay un movimiento constante de actividades: las poblaciones crecen hacia el oeste en pos del sol y de la luz, las civilizaciones y los desenvolvimientos, todos los despertares de la Naturaleza y de la Humanidad han tenido esa tendencia, formando una espiral evokutiva que se desarrollará hacia el sur después de haber cerrado en los siglos el círculo de los momentos reveladores de los países y las razas del norte. Con el despertamiento del Japón, parece haberse cerrado la primera curva, volviendo la línea hacia el punto inicial del Asia, originaria del movimiento evolutivo que bajó de las altas planicies del Himalaya, y salió de la India, á la Persia, á Grecia, Roma, y Palestina, Egipto y Cartago y que, envolviendo toda Europa, ha llegado á Yankilandia y el Japón. En el desarrollo evokutivo de la sucesión de ideas y de razas, fuí á los momentos que á mi alma con parelelos, antiguas civilizaciones en que los instintos vivían con toda la fuerza de una sed armónica y fatal de la belleza y de lo trágico. ¡Grecia! ¡Alejandría!. Edades pretéritas en que la carne y el alma tuvieron una existencia más clara, poderosa de fuerzas iniciales, ciudades en que bajo las murallas donde las cohortes guardaban la paz con sus escudos, sus flechas y sus lanzas, ofrecían las heteras sus cuerpos ungidos y con un oleo amoroso, fragante de mirtos y de jazmines, en la augusta solemnidad de un culto en que la actitud y la enervación se sacerdotizaban haciéndose ritmo y belleza. El amor y la muerte, en esos países de cielos claros, largamente besados por el oro solar, tuvieron el prestigio de una revelación eternal, la forma de un ensueño en que la fatalidad llegaba hasta la vida como una vibración del más allá, recibida con la dulzura alejada del temor, de las razas iniciales, en que la fuerza tiene el convencimiento inconsciente de su realidad en las acciones futuras. La visión del punto inicial, visto á través de todas las variaciones, descubrió, en la parte más oculta de las cosas internas, el fondo de hieratismos del mundo simbólico, la fuerza de las ideas abastractas que hacen sus apariciones periódicas, como imágenes místicas en lucha secular é infinita con las tendencias de lo real. Los puntos de almas por venir que formarán la línea en la sombra del mañana, ¿qué valores afirmarán? ¿Al cerrarse la curva despertará el alma del origen en una nueva irradiación espiritual? Engracia estaba ahora, á la distancia y en la separación, unida á mi espíritu con la fuerza íntima de sus revelaciones. Yo tenía seguridad en el futuro. En el renunciamiento de su forma y su presencia, la comunión de almas era en un ambiente de perfección y de silencio. "¡Silence! deux senteurs en un méme parfum: Penser la méme chose et ne pas se la dire" ...... La fuerza esencial de nuestras vidas, cumpliría un destino más alto que el amor, cuya fatalidad actuaría en temperamentos que no tuvieran la capacidad espiritual de la revelación y el compenetramiento de almas, en un maridaje de imágenes y de ideas. Los puntos pasados, hacia los que fuera en los ideales peregrinajes de sus revelaciones, perdían todo el encanto antiguo. Es imposible detener el desarrollo de la curva en un punto, y pretender la eternidad de un momento que no tiene más razón de ser que el encadenamiento con el pasado y con el futuro, con lo que fué y lo que será. Nuestras almas, más allá de las leyes fatales de la carne, han cumplido con el Destino en una atmósfera alejada de los encadenamientos de la materia, en que la fragancia del futuro descubrió el sentido inicial de las nuevas curvas que trazarán en el infinito las rondas dolorosas de la Humanidad deslumbrada por la luz lejana de un sol inexorable. De desastres a celebraciones: archivo digital de novelas peruanas (1885-1921) Proyecto del Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar: https://celacp.org/proyectos/de-desastres-a-celebraciones/ Encargada de transcripción: Marianeth Ramírez Rodríguez